Relato

#amarillo

Mi número es el 4. Todavía faltan tres días para el miércoles, que es cuando puedo salir según la terminación de mi documento. Así lo dispuso el Ministerio Nacional, un sistema de salidas fraccionadas, de acuerdo a dicha característica, en las cuales los ciudadanos pudieran establecer un contacto social pleno en todas sus actividades: trabajar, estudiar, recrearse u otras obligaciones que requieran de presencia física. Una estrategia para mitigar los contagios, que, según dicen, fue adoptada de experiencias similares en algunas ciudades europeas.

Como en casa somos unos cuantos, y sólo dos comparten terminación de DNI, nos organizamos bastante bien para poder cumplir con nuestras necesidades del exterior. Isabel hoy fue con el perro al veterinario; sabemos que le va a llevar tiempo porque se encontrará en el camino con todos sus amigos 9 y, seguramente, pase un rato con ellos. También salen los 8, pero no se lleva muy bien con los de ese grupo. Descubrió que el número tiene incidencia en la personalidad, y siente que ellos son demasiado equilibrados y pares para los tiempos que corren.

Los fines de semana son días de guarda y no sale nadie; sólo la patrulla de prevención social que recorre las calles en vehículos monoplaza buscando rebeldes. En esos dos días nos ocupamos de planificar la semana. Sabemos que Margarita viene el jueves porque es 7; ese hecho es como un punto fijo, una referencia alrededor de la que se ordenan otras cuestiones prácticas. Margarita nos ayuda con la limpieza de la casa desde hace algunos años y, a decir verdad, siempre fue un faro. Sobre todo para los más chicos, mamá dejaba en manos de ella la toma de muchas decisiones de lo cotidiano que le daban orden al día. También escuchaba muy bien y solía dar consejos invaluables:

─Preste atención, escuche primero antes de contestar —decía y nos trataba de usted─. Luego piense y vuelva a pensar, tómese el tiempo, mire a los ojos del que le esté hablando. ¡Escuche! ─hablaba mientras abrochaba el botón del cuello de la camisa de uno o terminaba las trenzas de otra─ Cuando esté seguro de entender lo que pensó, recién ahí hable. No abuse de las palabras. Muchas veces tienen vida propia y caen de la boca sin pasar por la cabeza.

Margarita, que es una mujer mayor, hace ya un tiempo que venía sólo dos mañanas a la casa, aunque desde que todo esto empezó, el último número de la Libreta Cívica la confinó a salir sólo los jueves. Nunca había sentido semejante angustia como cuando me levanto temprano y me doy cuenta de que recién es martes.

Durante toda la semana vamos debatiendo qué necesidades tenemos y qué tareas hay que cubrir. Entonces, el domingo, hacemos una lista en alguna hoja del cuaderno de Isabel, y en otra, armamos un cuadro con las tareas anotadas en esa lista y los días de la semana: cada una lleva una cruz en el día que le toca. Todos sabemos qué día somos.

Cada vez que esto sucede, Isabel se enoja y pide a los gritos que no le usemos más hojas del cuaderno. Es mi libreta de apuntes de la tesis… no me importa que esto no vaya a terminar nunca, algún día la voy a presentar.

No le hacemos mucho caso y mamá sigue completando la planilla: apoya una regla sobre los renglones de las tareas que tienen días predestinados, por razones externas o porque, por naturaleza o afinidad, le corresponde a determinado número, y sella ese casillero con una marca. Por ejemplo, esta semana es el velorio de la tía Azucena. En estos tiempos, los velorios duran siete días, de manera que toda la gente que desea acompañar al difunto en su hora final, puede hacerlo. Los servicios fúnebres cuentan ahora con cámaras refrigeradas para conservar el cuerpo durante ese tiempo y es indispensable llevar abrigo. Decidimos que fuera 3, el más cercano de la tía, aceptó de buena gana.

7 tiene turno con el dentista. No sabemos muy bien por qué, pero no es fácil conseguir dentistas 7. Ni cirujanos o cardiólogos, pediatras, infectólogos, clínicos, neumonólogos y tantos otros dedicados al arte de sanar. Isabel tiene la teoría, en base a su experiencia con los 8, que el cuidado de la salud está en manos de aquellos pares de origen, por razones que expone con vehemencia y que no alcanzamos a comprender, está convencida de que no podría ser de otra forma. A mi me deja pensando. Como los profesionales también atienden en su día asignado, la cita para un 7 es impostergable. El pescadero, por ejemplo, es 6 y también atiende los jueves.

Así, se va llenando la tabla que ordena nuestra vida cada semana semana. Cuando llega el turno de las electivas —compra de alimentos, artículos de limpieza y mantenimiento, pagos u otras similares—  empiezan los roces. A pesar de que venimos desde el sábado discutiendo quién va a hacer qué, sentimos la condena ante la inevitabilidad de la marca en el casillero propio que define el destino. Pero luego de algunas idas y vueltas, y la habilidad innata de 5 para lograr acuerdos, van cayendo las cruces en sus lugares hasta que todo tiene su ejecutor asignado. Rápidamente, 2 coloca la tabla en la puerta de la heladera y la fija con un par de imanes: un “Recuerdo de Venecia” y una cara de Mao Tse-Tung que plantó 9 ni bien entró a estudiar Filosofía y Letras.

Cuando se dispersa el mitin de organización, cada uno se refugia en la planificación de su día, de lo que queda de él, al menos, si descontamos las horas que le llevará completar las tareas asignadas. Cada  número decide cómo va a utilizar su tiempo libre y, en general, no lo expone al resto.

A mí me gusta vivirlo de punta a punta. Suelo descansar bastante el día anterior, y ni bien suenan las doce salgo a la calle. Otros 4 hacen lo mismo y nos vamos encontrando en las esquinas mientras yo camino hacia el centro. Casi siempre nos cruzamos con algunos 3 y 2, vuelven de su día social y pasan corriendo para evitar los controles de la patrulla de prevención. Nos reconocemos por la camiseta: para identificar a los ciudadanos, el Ministerio entregó camisetas de un color diferente según el día, además de tener cosido, bien grande en la espalda, el número. Me encanta ver la horda morada de 4 y 5 salpicada de celestes corriendo en sentido contrario, como estrellas fugaces hacia la oscuridad. Lo mismo sucederá al final del día, cuando algunos de nosotros, los más rezagados, volvamos entre el mar de camisetas amarillas. Es como escapar de la libertad, como si deseáramos volver a la seguridad de la jaula propia. Como si esa salida fuera un desafío tímido y breve. Asomar la cabeza para ver de qué está hecho ese mundo que no entendemos. Y entonces, Margarita, que llega por la mañana con esa misma camiseta amarilla de jueves, y yo, que si me acuesto tal vez no llegue a verla, la espero sin dormir, sentado solo en la cocina para sentir el abrazo, para escuchar, porque creo que ella sabe algo que nosotros no.

Agosto 2020

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*Seleccionado en el Premio Itaú de Cuento Digital 2020

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