Relato

Cello solo

La Suite Nº IV había terminado. En medio de los aplausos el cellista hizo una pausa para tomar agua. Aprovechó ese momento para ir al baño y resolver una urgencia que le impedía disfrutar del Bach más profundo.

El lugar estaba a oscuras. Creyó que las luces se iban a encender automáticamente cuando entrara pero no sucedió. No tenía tiempo de buscar la llave y tanteando con los brazos extendidos buscó en la fila de cubículos privados y entró en el primero que encontró abierto. Se quitó el saco, bajó sus pantalones, se sentó. Comenzó a mirar en el celular los mensajes que podrían haber llegado durante el rato que estuvo en su butaca de terciopelo.

—¡Ey!

—¡Me asustó! Pensé que estaba solo.

—Discúlpeme, estoy hace un rato y no entraba nadie. ¿Hay papel ahí?

—Sí, hay, deme un minuto que lo destrabo del portarrollo.

—Cuando pueda, no hay apuro. No terminé acá todavía.

—¿Se siente bien?

—Si, si… ¿ya terminó la suite número cuatro?

—Recién. Justo hizo una pausa y me vine para acá.

—Esta es la mejor versión que va a escuchar.

—Me gusta mucho, pero la de Casals está muy bien también.

—Cualquiera de las versiones, pero esta es la última.

—…

—Se puede sentir que el mundo se define, que la existencia se expresa en un grito final, que algo va a suceder en cualquier momento.

—Sí, tal vez tenga razón…

—¿A usted que le pasa cuando lo escucha? ¿Me puede decir?

—¡Qué difícil!, escucho Bach desde muy chico. Mi padre inundaba la casa con las suites muy a menudo, pero hacia el final de sus días era lo único que escuchaba.

—¿Habló con él? ¿Le preguntó porqué?

—No era algo que me preocupara en ese momento. Pero recuerdo que entraba en un estado particular, como si toda su vida pasara por delante, sobretodo en el Courante de la Suite Nº 5; movía la cabeza siguiendo los compaces y cerraba los ojos.

—Y ahora que pasaron tantos años, que dio sus propias vueltas en el camino, que conoció oscuridades y victorias…

—¿Tantos años?

—Claro, cuánto hace que falleció su padre. Fue en el ochenta y tres ¿tal vez?

—¿Nos conocemos?

—… ahora que los hijos también entienden que en Bach hay una respuesta. Que Elizabeth es capaz de sentarse junto a usted, en la sala para sumergirse por un rato en el preludio de la suite Nº 2 y después ir a cocinar mientras usted no puede levantarse del sillón y recuerda causa pendientes… mueve la cabeza siguiendo el compás, cierra los ojos y ella lo mira desde la cocina. Comprende que hay un lugar al que no va a poder entrar.

—¿Quién? ¿De qué me está hablando?

—Ella, claro, Elizabeth. Usted, vos… te tuteo sino te importa, vos lo sabés porque es el lugar donde no dejás entrar a nadie.

—¿Qué es esto…? ¿Porqué me habla de estas cosas?

—Porque es el momento de escucharlas, de recordarlas, hacerlas presente.

—¿Qué presente? ¿Recordar qué? Estoy empezando a sentir miedo.

—¿Porqué vas a temer? si sos el que escribe la historia. El que decidió venir hoy al concierto y le pediste a Elizabeth que te acompañara. El que eligió su mejor traje para usar esta noche y sentarse en una butaca de terciopelo bordó, mientras mueve la cabeza con los ojos cerrados. Dejaste la sala, no porque necesitaras ir al baño, sino para retener el momento, repasar la historia, que nada se te escape.

—Quisiera escuchar la última Suite.

—No hace falta, ya tenés todo lo necesario.

Julio, 2020

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