Formas de morir
Si supiéramos la forma en que alguien va a morir ¿cómo sería la vida a partir de ese instante, a partir del momento en que se congela la imagen delante tuyo y aparece sobreimpreso en letras blancas, no muy grandes, la leyenda que explica en pocas palabras como va a ser esa muerte? ¿Qué infulencia tendría en nuestros encuentros saber de qué manera ese otro desaparecerá para siempre?
El que te saluda cada mañana, por ejemplo, cuando le entregas a tu perro para que lo lleve a pasear: cualquiera sea la causa de su muerte te va a joder, te cae bien; pero, el que ni te mira y sabe quién sos porque cada día te encuentra en la parada de colectivo… eso mismo que hacés vos —con una mirada de solayo, como una revancha internamente satisfecha—, que todavía no sabés cómo va a morir él.
[Apendicitis – Infección interhospitalaria, dos semanas de agonía. Enero de 2022.]
¡Pucha!
Viviríamos sin saber, pero sabiendo que los otros sí saben, como en el juego de adivinar qué personajes somos, de acuerdo a lo que dice en el papelito que tenemos pegado en la frente. Entonces podrías aventurar para tu muerte desgracias, finales abruptos, epopeyas últimas y tendrías el valor de vivir como tu muerte imaginaria merece. Y verías a ese otro ser, el que hace tus días miserables, sin el peso de tu orgullo, ni de tu complejo. Un simple hombre con destino anunciado.
[Asfixia por hueso de pollo atravesado en la garganta. Pascuas, 2023.]
Qué de la mirada de tu vecina del segundo, que la encontrás siempre cuando bajas las escaleras de a grandes zancos desde tu piso en Tribunales, tan vintage y ella tan esquiva, porque no sabe que vintage es sólo una etiqueta, pero que en cualquier momento, el cartelito donde se revela la forma de tu muerte va a aparecer y pensará “¿ahora qué?” después de todo ese tiempo perdido. Que cuando le faltaba azúcar tenía que haber subido, o que no te dijo hola la otra mañana cuando casi te caes frente a su puerta mientras ella buscaba la llave. O tal vez, qué suerte no haber caído en la trama del embrujo, no guiarse por la simpatía pasajera de aquellos encuentros que recordaba desde que sucedían y durante todo el camino hacia su trabajo, dejaba su cartera y abruptamente, sin siquiera un saludo mediante, su jefa le pedía los informes que le debe hace una semana. Ella que también tiene un cartelito a punto de aparecer en escena. Ella, su jefa. Entonces el pedido hostil de los informes tal vez perdería todo su peso, eso que la transporta a un lugar oscuro donde el mundo es un entramado perverso donde todos estamos ubicados en distintos escalones de poder, y mirar el culo desde abajo le provoca una ira profunda que tiñe las horas de su vida. O quizás no.
[Muerte por paro cardíaco. Fecha a confirmar]
Simple, clásica. Nada que le haga cambiar su percepción de la escala de poderes.
Abril, 2021
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