La última puerta
Acabo de cerrar los ojos por última vez. Hoy, en la misma fecha que el día que llegué aquí. Digo aquí y me refiero a la vida que estoy dejando, no al lugar preciso desde dónde me estoy yendo. Hablo de la vida como ese gran espacio de dimensiones abstractas, colmado de puertas que llevan a lugares nuevos, con otras puertas y todas abren para un solo lado. Cada una representa una decisión que marcará un rumbo: llorar o no, cuando te palmean ni bien te sacan del útero, andar descalzo por el piso frío u obedecer la voz materna, besar o mirar desde un rincón, perseguir deseos o quedar atrapado en un mandato. Tantas veces estos dilemas, tantas puertas equivocadas… pero hoy, que atravesé la última, me pregunto si hubiera sido posible elegir diferente.
Nací una mañana de otoño, muy temprano, cuando el sol empieza a asomar en el horizonte; el momento más frío del día. Habíamos luchado varias horas, hasta que por fin asomé la cabeza y el impacto me hizo sentir incómodo, tardé en reaccionar. El doctor me golpeó fuerte para que empezara a respirar; no podía ver que me estaba tomando un tiempo para entender qué pasaba. ¿Cómo no iba a llorar? Me acostaron sobre mi mamá —la única a quien conocía—, que lloraba desde que aparecí ahí abajo. Todo era movimiento, luces, manos que se acercaban como una amenaza; me costó adaptarme. Finalmente me calmé, pero no abrí los ojos hasta el otro día. Muchas de las decisiones que siguieron fueron inducidas, por fuerza o por cultura y, a medida que avanzaba en esa abstracción, otras quedaban atrás.
Pero el primer día es determinante, es como entrar a un nuevo colegio;: no se conoce a nadie, todas son caras nuevas, no se sabe cómo llegar al baño ni dónde queda el patio cuando suena el timbre del primer recreo. Una observación constante de caras y modos, de qué decir y cómo. Llegamos con una historia que nadie conoce y se empieza a contar de a poco.
Tantas veces lo mismo, mirar todo asombrado, esperando el golpe que permita absorber la primera bocanada y continuar en llanto confirmatorio:
Una salida a la ruta.
Revelar un rollo de fotos.
El pitido inicial del partido.
Elegir un vestuario.
Esa mujer sentada sola en un bar.
Entrar al mar.
Sentarse a la mesa con el plato servido.
Preparar una cena.
Pararse al pie de una montaña que se va a trepar.
Un llamado.
Destapar la botella nueva de whisky.
Asomarse a una ventana.
Una hoja en blanco.
Hace un rato, repasé esos pasajes, todas las puertas que finalmente abrí y en ningún momento pensé en las otras, las que dejé cerradas. No tuve curiosidad por saber qué había detrás de ellas. No quise cuestionar esas decisiones. Entendí que no podía haber sido de otra manera, que siempre elegí la puerta que era para mí, incluso cuando el resultado no fuera el esperado, siempre podía cambiar de colegio. El instante en el que se decide es un momento privado, íntimo. Pero hoy, están todos aquí. Los que tienen que estar. Los que vinieron a presenciar el acto definitivo. Por primera vez la sala se llena de espectadores. Esperan una decisión.
Creo que nací muchas veces, pero esta es la primera vez que muero.
Agosto 2021
—-